Un abogado está llegando tarde a una reunión importantísima y no encuentra lugar para estacionar el coche que maneja.
Eleva las manos al cielo, cierra los ojos e implora:
– Señor, por favor, ¡consígueme un estacionamiento y te prometo que iré a misa todos los domingos del resto de mi vida, dejaré las drogas, el alcohol y las prostitutas y no me acostaré más con mi secretaria, la casada!
Instantáneamente, aparece un lugar para estacionar en la puerta del edificio de la reunión.
El abogado estaciona y dice:
–Ya no te preocupes Señor, ¡encontré uno!
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