lunes, 23 de mayo de 2011

AFIP

Una señora, con su hijito de 4 años, está comiendo en un restaurante.
En un descuido, el chico mete una moneda en la boca y se atraganta.

La madre intenta hacerle escupir la moneda golpeándole la espalda, dándole palmadas en el cuello, sacudiéndolo, sin éxito.

El chico ya comienza a dar muestras de asfixia y la madre, desesperada, comienza a gritar pidiendo auxilio.

Un señor se levanta de una mesa cercana, y con pasmosa tranquilidad
sin decir palabra alguna, le baja los pantalones a la criatura,
toma sus pequeños testículos, los aprieta con fuerza, y tira hacia abajo violentamente.

Al mismo tiempo, le mete el dedo mayor en el culo en seco.

Automáticamente, el niño -ante el dolor irresistible- escupe la moneda, y el señor, con la misma pasmosa tranquilidad con la que se acercó, regresa a su mesa sin decir palabra.

Al rato, la señora, ya tranquilizada, se acerca para agradecerle que haya salvado la vida a su hijo, y le pregunta:

- ¿Usted es médico?

- No señora, soy de la AFIP

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