Las viejitas Mayra, judía de 84 años, y María Celia, católica de 85, siempre fueron íntimas amigas; como no querían crearles problemas a sus hijos y nietos, cada una resolvió irse a vivir a una Residencia de la 3ª Edad de sus respectivas religiones.
Pasados algunos meses, María Celia echa mucho de menos a su amiga y decide ir a visitarla en la residencia Judía. Al encontrarse, fiesta de lloros, besos y abrazos. Pasadas las primeras emociones, se ponen a conversar:
" Mayra, decime, ¿cómo es la vida en esta casa?"
Mayra le cuenta sobre la comida maravillosa, las instalaciones, la amabilidad de las enfermeras. Después, con un guiño de ojos, le hace una confidencia:
"Lo mejor, María Celia, ¡es que tengo un novio!"
María Celia exclama: "¡Virgen Santa! ¡Qué maravilla! Contame, ¿cómo es eso?"
" Bueno... después del almuerzo nos vamos hasta mi habitación y nos sentamos en el borde de la cama. Yo dejo que él me toque algo por arriba y después algo por abajo y entonces......... cantamos canciones judías". "¡¡ES MARAVILLOSO!!"
¡Eso es una bendición, Mayra! ¡Estoy muy feliz por vos! “ “¿Y vos, María Celia? - pregunta Mayra - ¿Cómo es la vida en tu Residencia Católica?"
María Celia le cuenta sobre la comida maravillosa, las instalaciones, la amabilidad de las enfermeras. Después, con un guiño de ojo, le hace una confidencia:
" ¡Yo también tengo un novio, Mayra!"
" ¡Oh, qué bien, María Celia! ¿Y qué es lo que hacés con tu novio?"
María Celia sonríe y le dice: " Subimos a mi habitación después del almuerzo y nos sentamos en el borde de la cama. Le dejo que me toque por arriba, después por abajo..."
Mayra le pregunta, ansiosa:
" ¿Y entonces.... ?"
María Celia continúa:
" Y entonces, como no conocemos ninguna canción judía.........cogemos."
1 comentario:
Creo que está bien que haya chistes sobre ancianos, tercera edad, viejos o como queramos llamarlos aunque siempre que se tenga en cuenta que, salvo que nos muramos, los que todavía lo no somos, un día seremos adultos mayores. Ya estemos en nuestra casa, en la de algún familiar o en una residencia de tercera edad, seguiremos siendo personas. Esperemos que los chistes de ancianos nos hagan reir entonces.
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