En los EE.UU., un hombre estaba siendo juzgado por asesinato.
Había evidencias indiscutibles sobre su culpa, pero el cadáver no aparecía.
Casi al final de su alegato, el abogado defensor, temeroso de que su cliente fuera condenado, manifestó: «Señoras y señores del jurado, señor juez, tengo una sorpresa para todos», dijo y mirando su reloj agregó. «Dentro de dos minutos, la persona que aquí se presume asesinada, entrará en la sala de este tribunal».
Y miró hacia la puerta.
Los jurados, sorprendidos, también ansiosos, se quedaron mirando a la puerta.
Transcurrieron dos largos minutos y nada sucedió.
El abogado, entonces, finalizó diciendo: «Realmente, dije eso y todos miraron hacia la puerta. Por lo tanto, queda claro que todos tienen dudas en este caso. Por eso insisto para que ustedes consideren a mi cliente inocente. Es lo que contempla la ley en la figura ´in dubio pro reo´».
Los jurados se retiraron para la decisión final.
Algunos minutos después, al regresar, pronunciaron su veredicto:
¡Culpable! «¿Pero cómo?», preguntó el abogado. «
Yo vi que todos ustedes miraban fijamente hacia la puerta. ¿Cómo condenan con duda»?
Y el juez aclaró:
«Sí, todos miramos hacia la puerta, menos su cliente».
Moraleja: de nada sirve ser un buen abogado si el cliente es un boludo
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